Con el paso del tiempo, uno aprende que madurar no es dejar de ser feliz y convertirse en una persona seria y responsable. Se puede ser alegre y dicharachero y responsable a la vez. Si bien es cierto que la sociedad condiciona bastante los cánones de lo que está bien o lo que está mal, lo que es bien aceptado y lo que no, lo que es bien visto y mal visto, hay que decir que cuando uno vive lo suficiente se da cuenta que algo en este artificial sistema que se nos impone, no va bien. Algo huele mal, y no sabemos que es, pero no somos enteramente felices.
En mi experiencia, creo que gran parte de culpa la tiene el miedo. Miedo a lo que no existe. Los animales tienen miedo al ahora. Ese animal que los ataca, ese ser que quiere comerse su comida, el rival que reclama ser el macho alfa...
No obstante nosotros tenemos miedo a cosas que no han pasado y que, en muchos casos, no van a pasar. Nos preocupamos por un futuro que ni siquiera está escrito y ese miedo nos ancla en un bucle de malestar que no nos deja hacer lo que hemos venido a hacer en esta tierra. Vivir y ser felices.
Si algo he aprendido es que hay que vivir el momento para que cuando estemos en las ultimas, no tengamos que arrepentirnos por aquello que nunca hicimos.
Carpe Diem.
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